El fútbol sudamericano entró a una nueva etapa con el renovado formato anual para la Libertadores y la Sudamericana, pero la Conmebol asume un riesgo al disputar ambos torneos a la vez. ¿La apuesta le dará buenos resultados?

 

Roberto Gando | @Roberto_Gando
Editor

El gran prestigio de la Copa Libertadores se mantiene vigente con el paso de las décadas, pero su formato suele cambiar según las circunstancias del momento. En tal sentido, la Conmebol dispuso para la temporada de 2017 una serie de cambios que afectan a su principal torneo de clubes, una medida que también abarca el nuevo papel que se espera pueda desempeñar la Sudamericana.

Para arriba

La renuncia de los equipos mexicanos a jugar la Libertadores alentó a que su disputa se alargue hasta por once meses, una situación impensada hasta hace poco, pero que ya se había manifestado como una idea a considerar. El mayor reto que ahora afronta el torneo es el de mantener la expectativa durante tanto tiempo y con tantos clubes envueltos (47 en total).

El principal obstáculo que puede representar el nuevo calendario para la competición es el inevitable quiebre de los protagonistas. Y es que el mercado de fichajes en el mundo suele alterar a mitad de año el plantel de los cuadros que llegan a las instancias finales, lo que también repercute en la calidad de los encuentros.

Felizmente para Atlético Nacional en 2016, la llegada de Miguel Borja suplió con creces las salidas de dos de sus mejores atacantes debido al formato: Ibarbo y Copete. (Foto: AFP) 

Tal dificultad la debió afrontar en 2016 Atlético Nacional, que pese a ganar el trofeo, en el camino se tuvo que desprender de varias figuras antes de encarar la final. Este año, lo que le pasó a los colombianos bien se podría replicar en una cantidad superior de equipos, los que desde ya deben tomar en cuenta que los jugadores con los que logren clasificar, no van a ser necesariamente los mismos con los que culminen su campaña.

La gran diferencia, es que ahora las opciones de recambio se verán ostensiblemente reducidas por la cantidad de clubes ávidos de contratar a reemplazos. Los favorecidos en todo caso, serían los que por economía busquen vender algún futbolista sobreponiendo tal interés al éxito deportivo, sea este local o internacional.

Para abajo

El otro cambio fundamental en la competencia es el de la simultaneidad con la Copa Sudamericana, en el que quizás es el riesgo más osado que ha tomado la Conmebol en mucho tiempo. Era un secreto a voces que el torneo no cumplía con rendir buenas cuentas para el ente sudamericano, por lo que urgía renovar su interés.

La Copa Sudamericana compite con equipos de menor cartel frente a la Libertadores; ese seguirá siendo un obstáculo para el torneo. (Foto: Reuters) 

Al quedar relegada a un segundo plano por la Libertadores, la Sudamericana tuvo que luchar siempre por destacar como una competición de nivel. El incremento del universo de participantes, sin embargo, llevó a que la misma viera disminuido el cartel de cuadros que pudieran llegar a las instancias finales.

Al mezclar ambas copas se pretende lograr lo mismo que sucede en la UEFA, en que la Europa League coexiste junto a la Champions, pero sin tomar en cuenta la abismal diferencia entre la tradición de ambos torneos. Si a ello se suma que desde 2017 un mismo equipo no puede clasificar en ambas competencias -salvo que lo haga a través de su eliminación en la Libertadores-, se tiene como resultado un panorama poco claro de cara al futuro.

Ser atractivo y rentable es una tarea que en su momento no pudieron completar ni la Copa Conmebol ni la Merconorte o la Mercosur, por ejemplo, campeonatos que sobreviven al olvido solo gracias a los títulos de aquellos que los ganaron. Por ahora, la mayor aspiración que parece tener la Sudamericana es la de subsistir pese al viento en contra.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com

Foto: Reuters, AFP


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