Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comUn PSG con planteamiento defensivo fue más ofensivo que un Chelsea con planteamiento ofensivo que operó de modo defensivo. No es un trabalenguas, sino la consecuencia de propuestas tácticas contrapuestas -y con sustento filosófico-.

 

César Luis Menotti dijo alguna vez que las tácticas eran simples números telefónicos. Pero más allá de que desde 1979 no sepamos a cuál llamarlo, es indudable que el postulado tiene sustento tan flaco como su autor. En un fútbol moderno, cada día más pensado y menos empírico, la táctica puede ser ciencia e inclusive arte a la vez; puede pretender predefinir mucho sobre la cancha, y aun cuando no lo consiga, es por lo general la propuesta del rival la que acaba explicando por qué el sistema propio no funcionó tal como se lo concibió.

París, ciudad ícono de las grandes revoluciones filosóficas de la humanidad, asistió este 17 de febrero a un choque de ideas contradictorias entre sí y consigo mismas. No, este no es un trabalenguas de los que andan de moda en el contexto electoral; es un resumen de cómo PSG y Chelsea se plantaron frente a frente, de poder a poder. De un lado, los de Blanc con un 4-3-2-1 que lucía demasiado defensivo en el papel para tratarse de una ida jugada en casa por un equipo abundante en nombres rutilantes; del otro, los de Hiddink con un 4-3-3 en teoría muy ofensivo, solo conformado por jugadores de buen pie de mediocampo hacia delante.

La ejecución de ambas propuestas dio pie a otra historia. En el local, Thiago Motta, Verratti y Matuidi, toda una primera línea Maginot, acabaron conformando un acordeón ofensivo desde esa zona complementado por el trabajo a los lados de Di María, por derecha, y Lucas Moura, por izquierda. Así, aun siendo el único delantero, Ibrahimovic no cargaba con todo el peso del ataque; es más, ni siquiera era quien pisaba con mayor frecuencia el área blue. Pese a lo cual, porque se trató de un partido de contradicciones, él fue quien abrió la ruta del gol con un disparo de tiro libre magnífico por lo potente y... que si no se hubiera estrellado en un rival no habría ingresado a las redes de Courtois.

En la visita, entretanto, Hiddink -cuya vocación innovadora lo habría llevado en tiempos de la Ilustración a tomarse un café en Le Procope a modo de heredero de Desiderio Erasmo metido entre Voltaire, Rosseau y Diderot- pisó París con la intención de confundir. Pedro, extremo de siempre, jugó de volante derecho que arrancaba desde su campo y terminaba en el rival como todoterreno que, sobre todo, marcaba; por el otro lado, Fábregas en una función parecida aunque más pensante y menos intensa. Delante, como delanteros -sí, delanteros- netos, Willian y Hazard bailoteando ambos detrás de Diego Costa para confundir más y más. Sin embargo, la praxis, cruel y real, indica que de los 90 minutos de partido el Chelsea solo pudo dominar 15, acaso 20. Y que su gol, producto de un tiki taka que hizo saltar a los fantasmas más mourinhistas de Stamford Bridge, lo culminó el más defensivo de los seis hombres del medio hacia delante que dispuso el zorro Guus: Obi Mikel, metido allí, en el área, como '9' que no es.

Así, PSG fue más ofensivo con menos delanteros y el Chelsea, más defensivo con más delanteros. Lo ganó el primero porque supo, en el complemento, agrietar los costados que marcaban Azpilicueta y Baba Rahman con insistencia, persistencia y troque de lados entre Di María y Lucas para acabar refundiendo al Chelsea tocador de Guus en su área. Pero que no pudo plasmar eso en el marcador hasta que un delantero más, Cavani, pisó el campo, pisó la raya, pisó la pelota y la esquinó en una definición sin ángulo, de Playstation con círculo apretado al tope. Porque aunque por lo expuesto las tácticas sean mucho más parecidas a tratados filosóficos que a números telefónicos, el fútbol siempre deja espacio para que alguna estrella con nombre propio irrumpa y, antes que mandar a guardar los libros -como querría Menotti-, les ponga más bien la firma. Y de esas, con brillo propio, hay varias hoy en día en el firmamento que alumbra la noche que cae a orillas del Sena.

Foto: AFP


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La crónica del PSG 2 - Chelsea 1

 

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