Composición fotográfica: José Salcedo / DeChalaca.comMientras todas las miradas están enfocadas en quiénes serán los nuevos técnicos de la selección adulta y de la Unidad Técnica de Menores, las preguntas y el análisis más importantes han quedado de lado: qué generaciones serán las que compongan estos equipos.

Markarián, Bengoechea, Gareca, Rueda. Bielsa, Mourinho o Guardiola, Company o Mifflin Bermúdez. Nombres que solo representan a personas que se van a poner el buzo de entrenadores. Y sí, son los entrenadores los que preparan y estructuran el equipo, pero no son un fin en sí mismos. Los DT son parte importante del proceso, pero no lo abarcan en su totalidad. Las preguntas de qué jugadores están, cuáles se quedan y cuáles aparecen; las generaciones en sí, nos intrigan más a algunos. Después de todo, con estos se trabaja, y solo en cuanto entendamos de qué disponemos sabremos qué plan podemos estructurar.

¿Adónde vamos?

La pregunta de siempre, que por amor al cortoplacismo y por aplacar las ganas de llenar el vacío de triunfos futbolísticos muchos erróneamente responden con un estribillo: al siguiente mundial. Para los que buscamos no un triunfo sino progreso, proyectos sostenibles en vez de placeres efímeros, la respuesta es clara. En este momento, a Qatar.

Faltan menos de ocho años para el mundial asiático y, más allá de si nos entrena Bilardo o Menotti, debemos enfocarnos en el universo de jugadores que tenemos y del que podríamos tener en unos años si el plan se estructura bien. Solo una vez respondida la pregunta primigenia podemos pasar a desarrollar un plan de trabajo a nivel macro que comprenda las distintas categorías en búsqueda de una misma meta, de formación y desarrollo uniforme que redunde en un estilo palpable desde la selección Sub-15 hasta la mayor.

Los de arriba

La base de la selección adulta sigue siendo la generación de 1984. Farfán, Rodríguez, Cruzado, Guerrero y hasta Vargas (1983) representan el fundamento de lo ha tenido Perú en los últimos años para pelear en el continente más competitivo del mundo y no le ha ido nada bien. Otro ciclo muere, pero la generación del '84 persiste. Este 2015 es el año en el que parece que se instala un cambio más profundo que en otros años. No es secreto para nadie que desde los nacidos en 1984 hay una brecha generacional inmensa. Son pocos los jugadores que les han podido seguir los pasos pero no los suficientes.

Algunos jugadores del proceso anterior formarán parte de la base de la actual selección adulta (Foto: Archivo DeChalaca.com)

Ahora, a falta de menos de cuatro meses para el inicio de la Copa América y aún sin DT, se asoma un grupo de noventeros que, algunos en sus pocas actuaciones en la selección y otros gracias a su continuo crecimiento en sus clubes, han demostrado que pueden empezar a cargar el peso de un equipo que no va a poder sostenerse los próximos siete años con jugadores que ya pasaron a la tercera base.

Los jugadores nacidos a partir de 1990 como Gallese y algunos menores como Callens, Ascues (ambos 1992) o hasta Benavente (1994) y Tapia (1995) ya fueron introducidos en la selección mayor en alguna oportunidad. Esta es la nueva camada que se construye hoy sin una base palpable en las selecciones menores pero que representan lo mejor que hoy tenemos. Esta generación es la nueva líder de una selección que ya no puede depender de volantes como Lobatón que, por más preciso y contundente que pueda ser su juego, pertenece a una camada de jugadores de una época que debe darle la bienvenida a nuevas caras.

Los de abajo

El trabajo en menores se complica con los cambios constantes que suponen sudamericanos y demás torneos que se disputan cada dos años, por lo cual en esta etapa formativa el jefe de la Unidad Técnica debe dejar su marca. Las selecciones de menores no son una escuela formativa para los jugadores -rol que corresponde a los clubes-; deben ser más bien el plato del que, con continuidad de una idea de juego, se alimente la selección adulta. Los pasos previos deben suponer la unificación de un estilo que debe estar presente en todos los seleccionados, desde el más pequeño hasta el más viejo.

La identificación de una forma de juego es la expresión máxima de la formación, de un equipo que no se deshace con el retiro o la ausencia de unos cuantos. Si la esencia se mantiene, el equipo funciona como una máquina a la que se le puede reemplazar un engranaje por otro. Y si esa es la máxima, el norte está señalado: las generaciones que llenarán un equipo que pretende estar en Qatar serán las que más se acercan al cambio de siglo. Desde los mencionados, pasando por Sergio Peña, Beto da Silva o el equipo de Oré que el año pasado campeonó los Juegos Olímpicos de la Juventud.

Jugadores como Beto da Silva serían parte de un largo proceso que tendría como recompensa el Mundial de Qatar (Foto: AUF)
Todos estos son no solo los jugadores de equipos menores, sino la fuente y el futuro plantel de un equipo que quiere estar en un Mundial en la próxima década. Para lograr este objetivo el trabajo integrado es la única respuesta. Y en este sentido, la premisa es que cada selección debe dejar de tratarse como una isla. El jugador de Oré pasa a ser jugador de Rivera y luego del DT de la selección adulta, por lo que necesitamos que se comprenda desde ya que no se compite para uno sino para todos. En buena cuenta debe funcionar como un cualquier colegio, donde el aprendizaje de cada año se apoya en lo aprendido el anterior, y así la formación de un chico de 14 años no está en el ideal enfocada en ganar un concurso de matemática (o ganar un torneo Sub-15) sino en explotar su nivel para que años mas tarde lo demuestre en la universidad (o el equipo mayor).

En este sentido, la pregunta que se abre es si existe en la FPF la claridad de elegir a los nombres que permitan en mayores y menores, concordar esa agenda y volverla una sola. Pero incluso por encima de eso, están los nombres que van a la cancha: y en esa línea, la dependencia siempre es mala, y lo es peor cuando el plan a largo plazo no tiene más referentes que aquellos que llegarán a la meta con 38 años a cuestas. La importancia radica en la planificación, y de nada nos sirve dejar el asunto de lado para enfrascarnos en discusiones sobre técnicos u otros factores que no alteran, al fin y al cabo, el producto.

Composición fotográfica: José Salcedo / DeChalaca.com

Fotos: Archivo DeChalaca.com, AUF


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