La paz fue con Oruro
Tercermundistas del balón, Bolivia y Perú suelen disputarse el
último escalón del atraso futbolístico. Ya tienen un clásico en
miniatura del que la blanquirroja no ha salido muy bien parada. Al
menos no a domicilio. Sucre, Santa Cruz, Cochabamba y la temible La Paz
han sido inexpugnables. Pero hay una ciudad, al menos, en la que la
selección no la vio verde: Oruro. Fue en 1975, tiempos de quiebre para
el país y su fútbol. Tiempos del último Perú campeón de la Copa América.
Composición fotográfica: Gian Saldarriaga / DeChalaca.com
El 26 de julio de 1975, Perú vivía cuentas regresivas: faltaban 33 días para el 'Tacnazo' liderado por Francisco Morales Bermúdez que acabó derrocando a Juan Velasco Alvarado. Faltaban dos días para que el mismo Velasco diera un mensaje a la nación y compartiera un almuerzo de camaradería con altos mandos militares, que le daban su absoluta adhesión. Y faltaban apenas 24 horas para que Perú pisara las alturas de Oruro para conseguir el único triunfo de su historia en tierras bolivianas.
FIEBRE PATRIÓTICA
La prensa, expropiada desde el año anterior, solo daba mensajes de felicidad y patriotismo. La Revolución Peruana fecundaba con fervor hasta en caricaturas que mostraban a valerosos y sonrientes soldados de facciones muy similares a los recordados muñecos G.I. Joe. En medio del afiche, rodeada y protegida por la alegre oficialidad militar, una niña vestida con el uniforme escolar único sonreía temerosa. Pero esos eran solo dibujos.
Ante tanta algarabía, los únicos expulsados del paraíso mediático se encontraban en las páginas deportivas, un espacio donde arrimar la necesaria cuota de crisis que todo país necesita. El fútbol requería ser el depósito de la frustración. Aún pese al alentador empate en Santiago (1-1, gol del ‘Trucha’ Rojas) con el que Perú debutó en la Copa América, permanecía abierta la herida de una goleada (6-0) sufrida en Quito un mes atrás, que exacerbó los ánimos gubernamentales de acabar con el fútbol profesional para retomar la senda amateur.
EN BLANCO Y NEGRO
La ocasión era propicia para el desastre. Bolivia iba a recibir a Perú no en su tradicional sede de La Paz (3,650 m.s.n.m.), sino en Oruro (3706 m.s.n.m.). El antecedente de Quito hacía temblar: sus 2,800 metros lucían inofensivos frente a esta misión. El cronograma estableció un breve proceso de aclimatación que no alimentó las expectativas: en Arequipa, la selección entrenada por Marcos Calderón no pasó del empate (1-1) ante Melgar.
El último tramo de este proceso llevó a la selección a Cochabamba. En esa ciudad se hizo el itinerario para el día del partido. A las 9 de la mañana, misa, probablemente obligatoria y en ayunas. A las 11, almuerzo. A las 12, aeropuerto. Después, a viajar a Oruro acompañado de un puñado de fervorosos reporteros gráficos. La televisión, posiblemente desalentada por el alto costo que implicaría desarrollar una transmisión en un escenario que nadie conocía, no pasó el partido. Por ello, el mejor registro que quedó de aquel duelo fue el realizado por la revista Ovación, que ofreció a sus lectores las incidencias del encuentro acompañadas de algunas fotografías “a full color”.
ATAQUE Y DEFENSA
Se especulaba que Perú sería conservador, tomando en cuenta las lecciones que había dejado la derrota de Chile en la misma ciudad: los mapochos salieron con todo al ataque, adelantaron el marcador, pero el físico los traicionó y acabaron perdiendo el encuentro por 2-1. Pero la selección optó por lo mismo. Calderón lanzó a Juan Carlos Oblitas bien pegado a la izquierda. Bajó unos metros a Percy Rojas, pero no por un afán defensivo, sino para darle mayor soltura a Teófilo Cubillas. ‘Cachito’ Ramírez quedó como '9' neto. Y fueron los cuatro los que
pusieron en aprietos al arquero Jiménez durante todo el primer tiempo. Tras una jugada individual del ‘Nene’, ‘Cachito’ abrió el marcador
(16’) con un zurdazo preciso, anticipándose al guardavalla rival.
En el segundo tiempo la cosa fue distinta. El previsible vendaval boliviano puso en aprietos al equipo y la defensa tuvo que multiplicarse. Fueron fundamentales el don de mando de Chumpitaz, la tranquilidad de Eleazar Soria, la severidad del ‘Panadero’ Díaz, el apoyo permanente del ‘Flaco’ Quesada y de Raúl Párraga. Pero dos se llevaron las palmas. Uno fue Julio Meléndez, que en los minutos finales salvó un disparo de la línea. El otro fue el arquero Otorino Sartor, quien -ya fuera con métodos tradicionales o heterodoxos- despejó los constantes misilazos lanzados desde fuera del área.
EQUIPO DE PIEDRA
Además de la altura, la selección tuvo que sobreponerse a una serie de factores externos que buscaron desequilibrarla. Por ejemplo, cuando Marcos Calderón mandó a calentar a Julio Aparicio y la policía local se lo impidió, desatándose los empujones y las protestas. Algunas crónicas reseñaron que Aparicio entró al campo pese a quedar magullado por algún palazo policial.
El clima hostil tenía que trasladarse a las graderías. A falta de mar, las olas fueron de piedras. Consumado el triunfo peruano, los seleccionados debieron abandonar el campo cubiertos en gruesas mantas para no ser impactados por los aerolitos tribuneros. Más precavido, el dirigente Augusto Moral se puso a la cabeza un casco de minero que presuntamente las autoridades bolivianas le regalaron como cortesía.
CAMINOS OPUESTOS
Con la victoria, Perú quedó en inmejorable posición para clasificar a la semifinal de la Copa América: lideraba su grupo y ahora debía recibir en casa a bolivianos y chilenos. Como es natural, la prensa trastocó su inicial escepticismo y mutó a un sobresaltado discurso. “Un triunfo que afianza la peruanidad de estas fiestas”, dijo algún diario anticipándose en la celebración del 28. Los generales de turno también subieron al carro: “Un triunfo que prestigia al fútbol profesional”, dijo el ministro de Educación, desdiciendo cualquier anterior ímpetu gubernamental.
Así, dejando atrás el rumoreado retorno al amauterismo, Perú despegó rumbo a la conquista de la última Copa América que ha ganado. Vendrían luego el triunfo sobre Bolivia en Lima, la chalaca de Oblitas contra Chile, la gesta en Belo Horizonte, la leyenda de la pelotita fría, las finales con Colombia, el gol en Caracas de un ‘Cholo’ Sotil recién bajado del avión. Paralelamente, la Primera Fase del Gobierno Militar se desplomaba. Por algo dicen que el fútbol y la política no van de la mano.
Fotos: revista Ovación
escrito por Jorge , May 18, 2009
Ojalá pudieras conseguir mas fotos, sobre todo de César Cueto. La revista ovación es una de las recordadas, de niño leÃa esa revista con buenas imágenes.
Saludos y felicitaciones.