Foto: revista El Gráfico ArgentinaLa historia evoca el 'Maracanazo' apuntando todas sus menciones hacia Alcides Ghiggia, autor del tanto decisivo de Uruguay ante Brasil. Sin embargo, olvida a veces el gran primer gol charrúa en aquel partido: el del 'Pepe' Juan Alberto Schiaffino, el mejor jugador del Mundial 1950.

 

En los anales del fútbol, quedará por siempre aquella conquista de Alcides Ghiggia, que le otorgó a Uruguay su segundo título mundial y que generó un terrible socavón en la población brasileña. Sin embargo, una anotación mejor elaborada y que significó el transitorio empate, además de ser clave para obstaculizar la erupción verdeamarelha, permaneció relegada de los primeros planos. Su autor fue Juan Alberto Schiaffino Villano, sinónimo del gol en la República Oriental de los ’50.

Luego de la abrupta paralización por la Segunda Guerra Mundial, las aguas retornaron a su cauce en 1950, y se designó como sede del siguiente evento a Brasil que, además, contaba con un aval portentoso: la construcción del estadio Maracana, con capacidad -por ese entonces- para 200 mil espectadores. En el país de la samba, pues, se preparó hasta el mínimo detalle para la llegada del máximo evento y, obviamente, se conformó una escuadra sólida para que la Copa Jules Rimet -que se denominó así a partir de esta edición- se quedara en casa. Y el camino del 'Scratch' para obtener su primer título mundial no estaba ajeno a la realidad: se dio un banquete en la etapa de grupos.

Más aún, el andar de los dirigidos por Flávio Costa, que tenían en Zizinho, Ademir, Jair y Chico a sus máximos exponentes, fue descomunal en la Ronda Final y solo necesitaban un empate ante Uruguay para lograr su cometido. Pero jamás tomaron precauciones ante la audacia de un seleccionado charrúa que pasó desapercibido en el arranque y que sufrió más de la cuenta en la instancia decisiva. Igual, los hombres comandados por la estirpe del ‘Negro Jefe’ Obdulio Varela sí estaban preparados para dar una sorpresa mayor y marcar un hito, pero sobre todo Juan Schiaffino, un espeluznante goleador identificado con Peñarol que, en el momento más inoportuno, empezó a darle un giro radical a una historia que tenía destino verdeamarelho.

Minuto 66

El 16 de julio, ante 173,850 espectadores instalados en el estadio Jornalista Mário Filho 'Maracaná', se puso en juego el último compromiso de la Ronda Final, que se diferenció por la conformación de un cuadrangular para dirimir al campeón (por única vez en sus 18 ediciones). Un primer tiempo con esporádicas situaciones de gol y que concluyó con el marcador en blanco catapultaba a Brasil como nuevo monarca. En el complemento, la situación se puso cuesta arriba para la celeste, cuando, a los 48’, Friaça decretó el primero para los dueños de casa y desató la algarabía en las cuatro tribunas del majestuoso escenario. Empero, los sentimientos se alteraron en los minutos posteriores.

Así, el punto de quiebre llegó a los 66’: Alcides Ghiggia recibió un pase de Obdulio Varela, mientras Schiaffino, en ese mismo instante, le ganó el vivo a su marcador Bigode y se instaló en el borde del área. El ‘Pepe’, con su característico olfato goleador, se encuadró bien y solo atinó a esperar el servicio de su compañero para, con un espectacular empalme con pie derecho, venza la portería de Paulo Barbosa y decrete la igualdad que, todavía, premiaba a los garotos. El 'Maracaná', invadido por aficionados locales, silenció, excepto tres narradores radiales uruguayos que estuvieron presentes en la jornada histórica y, como no pudo ser de otra manera, gritaron a todo pulmón el transitorio empate y -minutos más tarde- el posterior tanto de Ghiggia, ese que sí desató la locura descomunal en los once guerreros charrúas y que, finalmente, les devolvió el máximo trofeo luego de 20 años, tras el primer mundial realizado en su propio territorio.

Las crónicas de la época señalan que, ese día y los posteriores, fueron de duelo no solo en Rio de Janeiro, sino en todas las ciudades brasileñas. Que se sucedieron una ola de suicidios y que los ánimos de todo un país estuvieron por los suelos. En la vereda de enfrente, en cambio, el exitismo llegó a su máxima expresión y las loas no dejaron de cesar. Juan Schiaffino, designado el mejor jugador de aquel Mundial y que, luego, condujo a su selección al cuarto lugar en Suiza 1954 y que paseó su fútbol por Milán y Roma, además de adquirir la nacionalidad italiana, tampoco estuvo exento a ello, y siguió recibiendo todas los galardones posibles, incluso hasta su muerte en 2002. 

Foto: revista El Gráfico Argentina

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