Foto: autobild.deSeis minutos antes de que terminara la final del Mundial de Suiza 1954, un teutón con traza de loco suelto acabó con la invencibilidad de uno de los mejores equipos de la historia: la Hungría de Ferenc Puskas y compañía. Gracias al gol de Helmut Rahn, Alemania alzó su primera Copa.

 

(...) Y en aquel equipo que pierde 2-0, que parece derrotado pero no está vencido, un muchacho loco, un muchacho alegre que corría por la cancha como un poseído, alto, fuerte, pecho de toro, el jopo rubio pegado a la cara, señor de esa velocidad y ese desenfado de los veinte años, que penetraba en la defensa de los húngaros como una tromba, con sus gambetas, con su pujanza, con sus anhelos... Aquel pillete de la pata loca se llamaba Helmut Rahn".

La colosal pluma del uruguayo Diego Lucero, privilegiado espectador de todas las Copas del Mundo entre 1930 y 1994 -un año antes de su muerte-, describió de modo inigualable al protagonista principal de la final del Mundial Suiza 1954. En el estadio Wankdorf de Berna, bajo copiosa lluvia, Alemania Federal tenía poco que esperar ante Hungría, la mejor selección del mundo, el equipo de moda, la máquina de Puskas, Kocsis, Hidegkuti y Czibor; el equipo que lo había goleado por un contundente 8-3 en la primera fase del torneo y que, de haber habido Bet and Win en la época, sencillamente no habría permitido que se pagara por apostarle en contra. Pero nadie contaba con Rahn.

Minuto 84

Como está dicho, germanos y húngaros habían llegado a la final del Mundial procedentes de un mismo grupo. Pero sus caminos habían sido muy diferenciados. Mientras los magiares comenzaron con exuberantes goleadas -sobre Corea del Sur y la propia Alemania Federal- para luego, en dos cotejos espectaculares, sacarse de encima a Brasil y Uruguay por sendos 4-2, los teutones habían clasificado por la ventana: en partido extra ante Turquía en la fase de grupos y luego con cierta angustia ante Yugoslavia en cuartos. Solo en semifinales, con su 6-1 sobre Austria, insinuaron algún tipo de credencial para ameritar el que se creía un seguro subtítulo.

Por eso, a nadie sorprendió que a los 7' de juego, Hungría ya ganara 2-0 con tantos de Puskas -quien había salido al campo lesionado- y Czibor. Pero lo que sí remeció la estantería fue la rápida reacción alemana: Rahn forzó un rebote para que Morlock, barriéndose, descontara a los 11', y siete minutos después, él mismo, con viveza, cogió un balón que quedó picando tras un centro que no pudo atenazar el portero Gyula Grosics y selló el empate. Comenzaba a inscribirse una leyenda que el tiempo convertiría en verdad mundialista indubitable: nunca des por muerto a un alemán. Lo que vino después, que lo narre el maestro Lucero.

Schafer carga por la izquierda. Y Rahn... el terrible Rahn, el increíble Rahn, anda por el medio del campo, merodeando, persiguiendo la oportunidad de la última travesura, de la estocada total y final. Cuando todos resbalan, Rahn corre como sin rozar el fangal; cuando todos están al borde del calambre, Rahn está más ágil que nunca; cuando todos ya ven nublado por la fatiga, Rahn es todo luz bajo el pelo. Y Rahn recibe el balón por el centro del campo, avanza sobre la defensa de los violinistas del Danubio, elude al fuerte Bozsik, gana terreno, está a 20 metros de la valla rival y desde allí, resuelto y ardiente, despide un zurdado rastronero, furibundo; el balón va haciendo "sapitos" sobre los charcos de la cancha y a ras del piso, contra un poste a donde no llegan las manos desesperadas del guardavalla: el balón traspasa la línea de la meta de Hungría, la línea fatal. Es el gol número tres. Alemania es el campeón mundial de fútbol".

Y es desde aquel minuto 84 que una frase como la de Gary Lineker, la que reza que el fútbol es un deporte de once contra once que siempre ganan los alemanes, cobra sentido. Por obra y gracia del pillete de la pata loca apellidado Rahn.

Foto: autobild.de

Comentarios ( 1)add
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escrito por RUGE LEON , March 18, 2010
Srs. de Chalaca:


Gracias por el recuerdo ahora tengo casi 38 años, pero en 1986 El Comercio sacaba unos suplementos de los mudiales, que aún deben estar por algun lugar de casa de mi papá, en el que correspondia al del mundial de 1954 leí la crónica del genial Diego Lucero y casi todo lo que han puesto ahora, lindos recuerdos de un futbol que dicen era lindo, pero que se contaba principalmente por escrito.

Nuevamente gracias por el recuerdo de una crónica que lei en el año en que se consagro campeón el mejor jugador de futbol de todos los tiempos, es decir DIEGO A. MARADONA
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