Foto: Prensa FPFTres cabezazos certeros certificaron el sufrido triunfo de Cusco por 3-2 sobre Cantolao, en un encuentro con peligro constante en ambos arcos, forcejeos, ligereza en la marcación y una emoción sin tregua. Aunque el equipo imperial no zafó de la zona de descenso directo, celebró el tanto triunfal como un campeonato.
Lenin Auris | @Lenin_Auris
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En el tercer gol de Cusco FC, el de Anier Figueroa, quedó atrapada toda la emotividad del cotejo de la mañana del lunes 27 en el Alberto Gallardo. El veterano central colombiano lució ojos desorbitados, puños al viento y gritos profundos; todo esto se ejemplificó en la celebración del técnico Marcelo Grioni. Un tanto que fue una muestra de empuje colectivo para trasladar el balón a través de cuatro jugadores del cuadro imperial desde el centro y luego de un extremo a otro de la cancha, con admirable empeño en todos sus participantes. Desde la dividida ganada en la mitad del campo de Academia Cantolao, pasando por el centro cruzado de Matías Abisab, la zurda de Gonzalo Rizzo y el rebote en la espalda de Mario Tajima, hasta ese cabezazo que la mano derecha de José Luis Lozada pareció evitar pero luego sacudió el parante y luego tocó la red. Para Cusco era dar por terminado el partido ahí mismo, como recompensa a su actitud permanente de ser frontal en ataque; para tantear un símil en la música, era como el potente epílogo de No Cars Go de la banda de rock indie Arcade Fire.

Pero ese no fue el único momento de euforia: antes hubo mucho para observar, entretenerse y emocionarse. La inesperada apertura del marcador por parte de Cantolao, generada por la veloz corrida por izquierda de Bryan Reyna -quien sembró a su marcador José Jhunior Velásquez-, vio el balón encontrar a Gabriel Leyes para que el uruguayo definiera con seguridad, tras dejar en el piso al central Gonzalo Rizzo y rematar con sutileza. Todo eso se produjo en medio del dominio claro de Cusco, que inició el juego con un ataque insistente y penetrante en procura del triunfo, libreto que sostuvo hasta el minuto final.

Tras ese dramático minuto para el elenco negridorado -que veía cada vez más oscura su permanencia en la Liga 1-, el partido se volvió de ida y vuelta. Los dirigidos por Grioni intentaban lanzar centros aéreos, mientras en el 'Delfín' destacaban las subidas de Reyna, bien apoyado por la explosión de D'Arrigo y el incisivo Leyes. Pero antes del descanso el prometedor extremo aurinegro obtuvo una segunda tarjeta amarilla y no solo dejó con diez hombres al cuadro de Jorge Espejo, sino que este perdió a su mejor exponente.

Rengifo toca el balón por delante de D'Arrigo. El 'Nene' anduvo incisivo ante su exclub. (Foto: Prensa FPF)

Con la orden de reinicio del árbitro Pablo López -quien tuvo que soportar permanentes jugadas fuertes y roces, que ni las diez tarjetas entre amarillas y rojas que mostró pudieron disminuir-, los de La Punta transitaron con rapidez el mediocampo y preferentemente descargaron balones hacia el enchufado Patricio Arce. Al frente, Grioni ordenó el ingreso de Alfredo Ramúa y desde los pies del 'Chapu' se recompuso la ofensiva imperial, que no si bien no había sido escasa sí lucía ineficaz.

¿Fue fundamental el menudo volante argentino en la remontada cusqueña? Indudablemente: Ramúa retrocedió para ponerse al hombro el armado del equipo imperial y darle salidas diáfanas. Y así asomaron las primeras opciones manifiestas de gol: un atajadón de Christian Limousin evitó la igualdad y un tiro al palo de Erick Gonzales marcaban un futuro beneficioso para Cusco. Lo que caía de maduro llegó: un brillante centro de derecha de su firma dio en la cabeza de José Daniel Rivera y José Luis Lozada resbaló sobre la línea en el intento estéril de salvar su arco. Casi al instante, una vez más, Ramúa dijo presente: un preciso lanzamiento de pelota del 'Chapu' acabó milimétricamente en la frente de Mauricio Montes y así se concretó la voltereta del marcador.

Pero el camino del cuadro cusqueño no estaba destinado para ser llano, sino todo lo contrario. Apareció Leyes para ganar un balonazo y, coincidentemente, antes de anotar su doblete le ganó de nuevo a Rizzo, quien no evitó que el delantero sanducero se diera vuelta. Así, el exariete de Alianza Lima celebró tras disparar pegado al poste izquierdo del arquero Diego Enríquez, quien se resbaló antes de que saliera el remate y -pegado al césped- solo atinó a ver cómo el balón atravesó su portería.

La euforia cusqueña después del definitivo tanto de Figueroa, que dio vuelco a la historia a favor del equipo de Marcelo Grioni. (Foto: Prensa FPF)

Cusco apuntó entonces aun con mayor ahínco hacia el arco de Limousin, con pelotas al medio del área rival y siempre vía su fórmula preferida: el juego aéreo. Entretanto, Cantolao reducía la intensidad de su marcación en la mitad del campo y trataba de cuidar el balón, aunque sin perder los balones largos que dañaban al cuadro cusqueño, en búsqueda del ingresado Maximiliano Barreiro -entró por Leyes-. Mientras, continuaron las acciones de gol para la gente de Grioni: Rivera la bajó de pecho y cuando estaba a punto de rematar a quemarropa, apareció Núñez y evitó lo que pudo ser el tercero.

Después solo hubo espacio para el gol de Figueroa y el descontrol emocional. Cuando un encuentro contiene todos los ingredientes que se reseñan en una apretada síntesis, no cabe duda: la emotividad muchas veces opaca los errores y salda positivamente un partido.

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La ficha del Cusco 3 - Cantolao 2

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