Ilustración: Lenin Auris / DeChalaca.com 

No diga brigado. Diga gracias. Y muchas gracias. Eternas gracias. Porque a Waldir Pereira (Campos dos Goytacazes, Brasil, 8 de octubre de 1928) se lo quiere hace rato como un peruano más. Como emblema que es del fútbol mundial, como embajador de ese monstruo del balón llamado Brasil donde quiera que va; pero también como símbolo del buzo rojo y blanco, como principal docente futbolístico de un país que lo idolatra.

Este no es un desagravio para Didí después de la sarta de insensateces que se han escuchado tras la eliminación ante Brasil. Él no lo necesita. Sí son estas líneas un reclamo duro a la mezquindad que inunda algunos espacios de nuestro país y que allí donde algo no sale como se quiere, siempre busca escarbar en donde puede para diseñar teorías delirantes y encender algún fuego que incendie la pradera. Que si Didí no puso a Orlando de La Torre porque quería cuidar a Gerson. Que si puso a José Fernández para facilitarle la vida a Pelé. Que quiere que Brasil sea tricampeón del mundo y no podía ganarle. Que se peleó con De La Torre en el vestuario a los golpes. Trazos de una carroña que no es hoy, ni de ayer, y quizá tampoco de mañana: es parte de ese lado negativo de la peruanidad que obliga a encontrar culpables allí donde se pueda para desatar resentimientos propios de las desigualdades que imperan en nuestra patria, y de los que la xenofobia es elemento clave.

Por eso, a Didí solo conviene decirle, a esta hora que la selección peruana vuelve a casa convertida en cuartofinalista del mundo, una palabra: gracias. En castellano y en peruano. Gracias por ayudarnos a ser mejores peruanos. A creer en nuestras capacidades, a explotar nuestro talento, a convencernos de que teníamos una meta que alcanzar y a hacerlo posible. Gracias por ser ese maestro que nuestros jóvenes jugadores necesitaban para saltar de las pichangas de barrio a los estadios mexicanos. Gracias por haber sido, desde el día uno que pisó el país para ser jugador y luego convertirse en entrenador de Sporting Cristal, alguien que aportó al país, que le sumó mucho más que otros que de buenos peruanos solo tienen la libreta electoral.

¿Cuántos niños peruanos serán bautizados como Waldir a partir de esta hazaña? Por allí que alguno sale futbolista, o goleador; el tiempo lo dirá. Por ahora, es justificado cualquier honor de ese tipo a un 'Príncipe' con pasaporte brasileño y pinta de etíope, pero corazón repartido en costa, sierra y selva.

Ilustración: Lenin Auris / DeChalaca.com


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