Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comLa Sub-15 de Perú alegró la mañana de miércoles con la obtención de la medalla de oro en los Juegos de la Juventud de Nanjing. ¿Qué hacer para que este grupo realmente se consolide? Acá, algunas consideraciones a la luz de experiencias no tan agradables.

 

LO VALORABLE. Sin duda, el decir a los cuatro vientos que Perú es campeón. Así sea del torneo más insignificante que exista en el planeta (no estamos en condiciones de mirar por encima del hombro a nadie). Pero fuera de ello, hay un tema de desarrollo que no puede escapar de cualquier análisis. Este grupo que ha obtenido el oro en los Juegos de la Juventud tiene a un entrenador -Juan José Oré- que está ligado al trabajo de menores en la FPF desde 2000 (como asistente) y que, fuera de su etapa mediática durante la generación de los 'Jotitas', es DT de la Sub-15 desde 2007. Por ende, se entiende que él sigue un proceso a largo plazo. ¿Sus resultados son producto de la casualidad? En lo futbolístico, de ninguna manera: los chicos saben a qué juegan (lo consecuente es que todas nuestras selecciones jueguen a lo mismo, ¿cierto? O sea, que mantengan un estilo). ¿Un aplauso para la FPF? Sí, uno nomás.

LO RAZONABLE. Lo contradictorio, y que prosigue de lo dicho líneas arriba, es que el proceso de Juan José Oré es aislado y no tiene un sostén de planificación, en el pre y en el post. Con la informalidad y falta de cultura formativa en la mayoría de los clubes y academias que pululan a lo largo y ancho del territorio nacional (y que suelen estafar ilusiones), y posteriormente con el no saber cómo potenciar a la materia prima y desperdigar talentos por doquier (para muestra, el grupo de los 'Jotitas' cuya base se encuentra jugando en este momento en la Segunda División y en la Copa Perú). Por eso es que solo hay que alegrarse por el logro. Pero nada más: luego hay que pisar -y cimentar- tierra. Dejar de hablar, engalanar y más bien aportar con un granito de arena para que no se repita el círculo vicioso de los años anteriores.

LO INDISPENSABLE. El futbolista menor, en estos tiempos, no solo requiere pulir su talento: es necesario que reciba una instrucción académica, formativa y que sea capaz de identificar cuál es el camino correcto -y cuál no- para convertirse en un profesional. Potenciarlos como personas es clave para su crecimiento humano y para saber valorar su carrera. En ese sentido, lo ideal es que, en la medida de lo posible, este grupo que alcanzó la de oro en Nanjing, además de sus antecesores que se alzaron con el Sudamericano de la categoría en 2013, crucen el charco y terminen de formarse en el Viejo Continente. Para ganar otro roce en todos los sentidos de la palabra. Todo este grupo, con una buena formación, debería ser la base de Perú para 2022.

LO DESPRECIABLE. En primer lugar, blindar al grupo -en el buen sentido de la palabra-. Cuidarlos de que no hagan caso a los que gustan vivir del desprestigio y siguen en la misma línea cuando se pierde (poque son "malos") o se obtiene un título por el hecho de enfrentar a rivales de "poco calibre". A todos ellos, es necesario recordarles cómo así es que la Sub-15 de Perú compitió con selecciones como Islandia, Honduras, Cabo Verde y Corea del Sur. Un poco más de cuidado. Pero fuera de eso -y esta es una función que debe cumplir el entorno de los jugadores-, también es vital que los chicos sean reacios a cualquier tentación de índole extradeportivo. Por esa razón, también es importante que estas promesas desarrollen su formación en Europa. Lejos del morbo y de los advenedizos.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com

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