A pocas horas del comienzo oficial de una nueva era en el comando técnico de la selección peruana, es inevitable remitirse al pasado del nuevo entrenador con la blanquirroja para formular ideas sobre la propuesta que podría plantear en el cargo. ¿Algún hincha del fútbol dudaba que Perú jugaría un día bajo el sistema Del Solar?

Foto: Andina

Quienquiera que haya empezado a ver fútbol en el país a inicios de los ‘90, tendrá como axioma un punto superlativo de referencia relacionado con el éxito sobre la cancha. Ese punto superlativo rima con un apelativo: Chemo.

La trayectoria de José Guillermo Del Solar explica por sí sola lo anterior. En la época en que ningún peruano en el extranjero daba motivos para bautizar niños con los nombres Claudio, Jefferson o Paolo, que a alguien lo apodaran Chemo en el colegio podía ser sinónimo de gordito, pero también de buen pisador de pelota. El que la movía en la clase, explícitamente.

Nunca hizo los goles de Palacios. Tampoco le pegó jamás a los tiros libres como Solano. Ni siquiera desbordaba como Olivares -sí, hubo épocas durante las que el único en Perú que corría más que los rivales se llamaba Percy Olivares-. Pero igualmente era el líder, y el que metía los goles que nadie tenía categoría internacional para anotar en los campeonatos que jugaba Perú. Como en la noche de lluvia furiosa en Concepción durante la Copa América 1991, cuando Zamorano y Hugo Rubio tenían a mal traer al Gato Purizaga y el Chemo era el único que empujaba a su equipo hacia delante y descontaba para evitar la goleada. O en la revancha contra los mismos chilenos en Cuenca en la edición de 1993, con ese penal convertido a Nelson Tapia que regaló el único partido recordable de la era Popovic. Él era quien dejaba el nombre para las estadísticas.

 

 

 Gol de Chemo a Chilavert en la Copa América 1993, empate 1-1 ante Paraguay (Foto: Estadio) 

 

Por eso, ante todo, el nuevo DT de la selección es un personaje influyente sobre cualquier grupo. Difícilmente alguien pueda opacar su liderazgo -cosa que, por ejemplo, no ocurría con Uribe, cuya personalidad era superada en el entendimiento general por la de varios de sus jugadores-. Su juventud, contraintuitivamente, le otorga una suerte de condición de capo de camerín por haber compartido el vestuario con varios de sus futuros dirigidos.

Luego, y desde el mismo punto de partida que lo anterior, debe tenerse claro que Chemo nunca fue un virtuoso como otros de su generación. Contaba en su columna en RPP hace algún tiempo el dinámico reportero radial Martín Fernández cómo Chemo, cuando entrenaba en la U de fines de los ‘80, se quedaba haciendo tiempo extra para perfeccionar la técnica que le era ajena. Terminada la faena, lo acompañaba al regreso en su Volkswagen escarabajo, en una época cuando varios de sus compañeros de equipo titular -que terminarían sus carreras en honrosos clubes de provincia- lucían algunos autos cero kilómetros.

Esa faceta, la del luchador, la debió vivir también en la selección cuando nadie era capaz de cumplir funciones como la de libero y él debía terminar jugando allí, como al inicio de las Eliminatorias para Francia ’98. Siempre se adaptó a los condicionamientos del entorno antes que acomodar ellos a su talento personal, y por eso puede esperarse que más que la idea predefinida del técnico represente el sol en torno del cual giren once planetas, el sistema Del Solar se ajuste a las prerrogativas de los jugadores de turno. Ergo, y volviendo a establecer un paralelo con Uribe, si las raíces de las extrañas convocatorias del Diamante podrían encontrarse en su trauma “los nombres por encima de los hombres” tras su impasse con Cubillas en España ’82, en el caso del Chemo difícilmente se verá a un lateral volante como De La Haza, por ejemplo, cumpliendo funciones de volante de marca solitario.

Un tercer aspecto remite a las antípodas del Chemo jugador y la influencia de Juan Carlos Oblitas en su formación. La fortaleza de grupo y la camaradería son virtudes que el Del Solar técnico ha sabido inculcar en planteles como el Cristal campeón del 2005. Claro que la papeleta no ha sido gratuita: las acusaciones de argolla y demás fufulla tan propia de las tribunas locales no faltaron en su carrera, y entre otras consecuencias gestaron que tuviera que dejar de lado la selección luego del segundo partido de las citadas Eliminatorias para Francia ’98.

 

 

El Chemo y el Puma en un entrenamiento durante la Copa América 1993 (Foto: Estadio)


Por eso, por ejemplo, que hoy probablemente baraje a José Carranza como opción para asistente técnico no sorprende, ya que este forma parte de un entorno que siempre le cuidó las espaldas y, en un ambiente tan peliagudo como el de la Videna actual -cada día más parecido a esa U de González en la que el Chemo y compañía debieron pagar hasta las facturas del agua-, difícilmente le convenga alguien que no provenga de su tronco más íntimo. ¿Qué mérito tiene el Puma para ubicarse allí? Los números dicen que es el jugador con más partidos disputados en la historia del fútbol peruano, más presencias en el clásico local y capitán emblemático de uno de los dos equipos más importantes del medio. Quizá no cuente chistes tan bien como Titín Drago, pero sí podría, con seguridad, establecer un encendido debate dialéctico con el Panadero Díaz.

Finalmente, y he aquí el punto más álgido, Del Solar fue y será alguien envuelto en un aura mesiánica. Era el salvador cada vez que tardaba en venir desde España para jugar un amistoso durante los ’90, o cuando Maturana lo llamó de vuelta a la selección en el 2000 para darle peso a un mediocampo que carecía de su jerarquía. Era el salvador de ese Universitario de Ángel Cappa que salió campeón del Apertura 2002 con él como figura descollante, jugando todos los partidos para ocho puntos y alcanzando el título en un final de ensueño, a lo Supercampones, dando la primera vuelta olímpica de su carrera frente al clásico rival. Era el salvador, ya desde el banco, de ese Cristal que heredó en incómoda posición de Edgardo Bauza y al que sacó campeón pese a los insultos y monedazos de las tribunas ajenas y propias.

 



Ante Colombia en el último partido antes de su única renuncia a la selección, 1997  (Foto: AFP)


¿Es el Chemo hoy el mesías del fútbol peruano? No, porque los problemas que este tiene no comienzan ni acaban con él. ¿Será el salvador de la selección? En la práctica, probablemente tampoco. Pero las expectativas de la masa y del grueso de una prensa que ha sabido ensalzarlo y vapulearlo tanto sí se cifrarán, indefectiblemente, en torno de esa idea. A diferencia de varios de los últimos ocupantes del banquillo blanquirrojo, eso sí, su experiencia previa lo hace consciente y -sobre todo- conocedor de esa presión. Y si hoy, ex ante, hubiera que echar algunas fichas para vaticinar el futuro de la aventura Del Solar al frente de Perú, la apuesta más segura es creer que las posibilidades de éxito pasarán por esa capacidad de llevar la fiesta en paz con un entorno que exige mucho y contribuye poco. Por algo durante los ’90, al escucharse las declaraciones de los jugadores de la selección luego de los partidos, quedaba claro quién estaba predestinado a enfundarse algún día el buzo de técnico.

 
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