Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comMichel Platiní publicó hace unos días su libro Hablemos de fútbol, en el que propuso modificar algunas reglas básicas del juego. Algo descabelladas, son ideas que no dejan claro si se trataría de un cambio para bien o para mal.


Ángel Cappa dijo alguna vez que el futuro del fútbol está en el pasado. Cappistas y menottistas, amantes del fútbol bonito, lujoso y de buen trato a la pelota, estarán de acuerdo. Muchos somos de la idea de que el fútbol ha evolucionado a un concepto casi ideal. Salvo reglas que dividen a la opinión, como el gol de visitante que vale doble, la mayoría de reglas son las que deben ser. Pero Platiní no es cappista.

La idea menos descabellada es incrementar el número de sustituciones a cinco. Permitir dos sustituciones al medio tiempo, además de las tres que ya existen, tendría la potencialidad de abrir partidos cerrados creando alternativas de juego bastante amplias. Los que optamos por las estrategias vemos de manera reticente cambiar una regla que pueda romper con ese ideal y habilite sustituir a la mitad del equipo. Los que apuestan por la capacidad para revertir situaciones adversas preferirán renovar nombres y físico fresco. Es cuestión de discutirlo.

Un par de cambios en el tiempo suplementario pueden generar mayor espectáculo (Foto: AFP)

En contraposición, hay una regla que carece de absoluto sentido. Al último jugador que corta una manifiesta jugada de gol hoy se le aplica una triple pena: penal, expulsión y sanción. Para Platiní esta sanción solo debería ser doble: penal y amarilla si la falta es dentro del área y tiro libre y roja si es fuera. Si alguien entiende el motivo detrás de esta regla, lo invitamos a escribirnos.

No hay dos sin tres

Tarjeta amarilla. Otra amarilla y roja. Amonestación y expulsión. Una regla simple y perfecta. El francés no lo cree así y planea construir un híbrido: la tarjeta blanca. Una expulsión de diez minutos a modo de amonestación. La idea es esta: “La manía de protestar al árbitro se extiende como una auténtica epidemia en el fútbol”. La respuesta sería una inhabilitación momentánea que le sirva al jugador de reflexión para no volverlo a hacer. Tiene sentido, ¿no? Un "no" no basta.

Los jugadores salen a la cancha sabiendo que la protesta al árbitro -airada, claro está- les cuesta la roja. Aun así, esta “epidemia” sigue propagándose y no parece que vaya a desaparecer. Y es que no se puede. Los partidos se juegan a un ritmo que eleva la tensión y produce diversos efectos en los jugadores. Hay circunstancias a las que es casi imposible responder de manera no emotiva. Un penal mal cobrado genera la ira necesaria para hacer que cualquiera pierda los papeles. No en vano el fútbol es un deporte de pasiones. Si un jugador sabe que un insulto al árbitro lo saca del partido y lo inhabilita para el siguiente, ¿cómo se supone que una regla que lo saque por un rato cambie la realidad? Va en contra de la lógica presumir que una sanción menor genere un desincentivo mayor de esa conducta. Hay que sacarle tarjeta roja a la tarjeta blanca.

La tarjeta blanca es una idea descabellada. ¿Qué hubiera resultado si se la mostraban a Yotún ante Uruguay? (Foto: Reuters)

Hay alguna que otra idea más, pero a estas alturas debe estar saliendo humo de nuestras cabezas. ¿Concibe al fútbol bajo las reglas de Platini? ¿Se mejora o se empeora? El debate está abierto. El mundo cambia a una velocidad que hace cincuenta años hubiera sido inimaginable. La ley de la selva obliga a todos -y a todo- a adaptarse a las circunstancias para no quedar en el olvido y el fútbol no es la excepción.

El centro de la discusión recae en la manera en la que deben introducirse estos cambios -y si es que efectivamente deben serlo-. El avance de la tecnología es otro factor que aporta, pero nunca debe desestimarse una regla o idea por más antigua que sea. Muchas de las reglas que hoy gobiernan las interrelaciones humanas fueron concebidas hace muchísimos años y se mantienen con el tiempo. La medida final no podrá recaer jamás en la antigüedad de la medida cuestionada. El fútbol seguirá cambiando, qué duda cabe, pero se debe procurar que sea siempre para mejor. Esa concepción se distorsiona con el discurso de Platiní. ¿Será que Cappa tenía razón?

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Foto: AFP, Reuters

 


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