Doce países miembros, tres partidos oficiales, dos puntos conseguidos y un último lugar en la tabla de rendimiento general del único certamen en el que participó, aunque pudo lograr una hazaña. Así se resume la fugaz existencia de la Comunidad de Estados Independientes, selección nacida hace 25 años tras la disolución de la URSS y que apenas duró seis meses.

 

    Alonso Cantuarias | @alonso_cantu
    Columnista editorial

“¿Cómo animar a la CEI?: Los aficionados de la ex-URSS no saben cómo animar a los jugadores de la CEI. No es lo mismo animar cantando ‘Alemania, Alemania’ o ‘Inglaterra, Inglaterra’ que ‘Comunidad de Estados Independientes’. Los 500 seguidores del equipo de Býshovets se conformaron en el partido ante Alemania con aplaudir acompasadamente y gritar ‘Sheinu’, que traducido quiere decir ‘Dadnos un gol’”. Este jocoso comentario en la crónica del diario español Mundo Deportivo luego del partido entre Alemania y la Comunidad de Estados Independientes (CEI) que terminó con un empate de 1-1, describió, mal que bien, cuál era el panorama de esta selección que fue una suerte de Frankenstein en el marco de la Euro 1992.

Pero para entender la razón de ser de este equipo que adoptó la novena sinfonía de Beethoven a falta de un himno nacional y que no contó con un escudo en su camiseta (solo tuvo las letras CIS, por sus siglas en inglés), hay que hablar de cómo se formó en medio del caos y de la desesperación administrativa por llevar a cabo la fase final del máximo certamen de selecciones de Europa, que ya había sufrido la baja de Yugoslavia por la Guerra de los Balcanes.

Cuestiones de representación

Cuando la hoz y el martillo cayeron, la bandera roja de la URSS se resistió a dejar de flamear o al menos verse representada en una camiseta. Y es que aunque la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se desintegró a finales de 1991, la vida continuaba y había compromisos por honrar. Uno de ellos vinculado al fútbol; para ser más específicos, la Eurocopa de 1992 pordisputarse en Suecia.

La CIS recibió la aprobación de la FIFA en 1992 y pudo clasificar a la Euro de Suecia 1992, torneo en que enfrentó a Escocia. (Foto: lagaleriadelfutbol.blogspot.com) 

El seleccionado soviético ganó el derecho de participar de la fase final de la Euro tras quedar líder del Grupo 3 en la fase clasificatoria y dejar eliminados a equipos como Italia, Noruega, Hungría y Chipre. Sin embargo, lo ganado en la cancha corrió el riesgo de perderse por las recientes determinaciones políticas. Así, en menos de quince días y a falta de seis meses para el desarrollo del certamen, se determinó la creación de una nueva selección: la Comunidad de Estados Independientes.

Integrado por representantes de doce países ya independizados (Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Kazajastán, Kyrgystán, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Ucrania y Uzbekistán), este conjunto recibió el 13 de enero de 1992 la aprobación de la FIFA para participar de la Eurocopa en representación de la URSS. Previamente, el 11 de enero, se había constituido la Federación de Fútbol de la Comunidad de Estados Independientes para avalar el desempeño del equipo, que no contó con la participación de tres exrepúblicas socialistas soviéticas: Estonia, Letonia y Lituania.

Hecho un Soyuz

Una de las primeras decisiones de la CEI en el plano deportivo -y con mucha lógica- fue nombrar a Anatoli Býshovets como técnico. ¿La razón? Él había sido el encargado de dirigir a la URSS en la etapa de Eliminatorias para Suecia y estaba en el banquillo soviético desde 1990.

La selección de CEI debutó ante Estados Unidos, luego de ser habilitada por la FIFA. (Foto: Kicker) 

Con una base de futbolistas rusos (más del 50% de la plantilla convocada para la Euro), en la que destacaron el volante Ígor Dobrovolski del Servette FC suizo o el sólido central Víktor Onopko del Spartak de Moscú, secundados por ucranianos entre los que sobresalía el mediocampista Alekséi Mijailichenko del Rangers escocés, la CEI se estrenó como selección con morbo: el 25 de enero de 1992 nada menos que ante Estados Unidos. Este amistoso se jugó en el Orange Bowl de Miami ante casi 31 mil espectadores que vieron cómo los dos países protagonistas de la Guerra Fría se enfrentaban por fin, aunque fuera en un verde campo de fútbol y sin el poderío nuclear de sus bombas atómicas. El resultado del cotejo favoreció a la novel selección de la CEI, que se impuso por la mínima diferencia gracias a un tanto del defensor Akhrik Tsveyba, quien militaba en ese entonces en el Dinamo de Kiev, luego de una confusa jugada tras un tiro libre indirecto.

Cuatro días más tarde, la CEI jugó su segundo partido amistoso contra El Salvador y logró una goleada por 0-3, gracias a las anotaciones de Andrew Pyatnitsky, Sergei Kiriakov e Igor Ledyakh. Su tercer partido, nuevamente ante Estados Unidos, significó la primera derrota del equipo dirigido por Býshovets, luego de caer por 2-1 ante los norteamericanos, quienes se cobraron la revancha del duelo anterior. Tras esta minigira por Norteamérica, la CEI disputó ocho partidos más con el siguiente saldo: tres victorias (2-1 ante Israel y 3-0 ante el Schalke 04 y el CSKA Moscú), cuatro empates (1-1 ante Dinamarca, España y México, y 2-2 contra Inglaterra) y una sola derrota, ante México por 0-4.

Para morir matando

Con menos de seis meses de formada y solo once partidos de preparación, la CEI llego a tierras suecas para integrar el Grupo B junto con Holanda, que tenía como figuras estelares a Ruud Gullit y Marco van Basten; Alemania, que contaba con el instinto goleador de Jürgen Klinsmann y el orden de Stefan Effenberg, y una Escocia que no era poca cosa con Gary McAllister y Brian McClair. ¿Cuál era la apuesta, entonces, de la sucesora de la URSS? “El espectáculo que lo den los grandes, yo quiero ganar” señalaba Bishovets, atajando las críticas ante su conservadora propuesta, la cual tuvo réditos en sus dos primeros partidos ante las favoritas Alemania y Holanda. Ante los teutones, un agónico tanto de Thomas Häßler a los 89’ evitó una inédita victoria de la CEI que habría logrado adelantarse con un tanto de penal de Dobrovolsky.

La entonces campeona del mundo Alemania no pudo vencer a la CEI en la Eurocopa 1992. (Foto: Corbis) 

En el segundo partido ante el cuadro tulipán, el cero no se rompió durante los 90 minutos pese al asedio constante de Ronald Koeman, Dennis Bergkamp, Gullit y Van Basten. Así, la selección que le tomó la posta a la Unión Soviética llegó a la última fecha con chances de clasificar a semifinales y ante un rival a priori sencillo que había perdido sus dos primeros cotejos y ya estaba eliminada. La ecuación era simple: si la CEI le ganaba 2-0 a Escocia lograba avanzar. Pero el que debía ser un partido de trámite terminó decidiéndose, para mal, en apenas 20 minutos.

Escocia hizo lo que ni Alemania ni Holanda pudieron: vencer el cerco defensivo de Byshovets. McStay a los 6’ y McClair a los 17’ terminaron por liquidar el juego de la CEI, que no fue capaz de ejecutar un rol más allá del defensivo. La presión de salir a buscar el partido terminó desacomodando su juego pese a contar con mayor posesión del balón. Dobrovolski, Mykhaylychenko y compañía fueron incapaces de orquestar ideas ante un rival que jugaba sin presión. El posterior tanto de McAllister, de penal a los 84’, decoró una goleada que fue excesivo castigo para una selección formada a los tumbos a Suecia y que por un momento pareció tocar la gloria.

La eliminación de la Eurocopa y la situación de sus miembros, que buscaron su propia autonomía terminaron por convertir a la CEI en una selección de mero tránsito que se terminó diluyendo al cabo de un mes para dar paso a la selección de Rusia, equipo que heredó los números de la URSS y claro está, de la fugaz Comunidad de Estados Independientes.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com

Fotos: Kicker, Corbis, AFP


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