Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comEl siguiente candidato analizado en esta saga es el príncipe jordano Ali bin Al-Hussein, quien se presenta como candidato al máximo sillón de la FIFA dirigido por una idea clara: acabar con el reinado de Joseph Blatter.

Hablar de corrupción al referirse a la FIFA no es una asociación que se ha arraigado gratis. Los últimos años han sido escenarios de destapes de escándalos de todo tipo, desde presiones que bordan lo ilícito para conseguir votos en elecciones hasta arreglos por la sede de mundiales. Se habla de una cultura putrefacta. Cultura que, en palabras del vicepresidente de la FIFA para Asia, Ali bin Al-Hussein, debe ser cambiada. Con tan solo 39 años, el jordano considera que está preparado para ello.

Al fútbol lo que es del fútbol

Para Al-Hussein es un problema que la FIFA suene más que el deporte que regula. Equivocado no está. Más se habla de problemas políticos que de lo que acontece en las canchas y hay una tormenta grande dentro de la propia organización por el rechazo hacia su presidente actual, quien a la fecha ya se ha peleado con incontables personalidades del entorno. El deporte es lo más importante y hay que devolverlo a la primera plana.

Ali bin Al-Hussein tuvo éxito al proponer el hijab en el fútbol. La selección femenina de Irán -en la foto- la impuso durante varios torneos (Foto: Reuters)

Desde que fue apuntado vicepresidente en 2011 el jordano ha demostrado, en la práctica y no solo con buenas intenciones, que hacer del deporte el verdadero protagonista es una visión que no se construye en barro. Hace menos de tres años logró que la FIFA permitiera el uso del hijab, el velo islámico que utilizan las futbolistas islámicas, lo que significó un verdadero triunfo para un deporte que trasciende linajes y creencias de cualquier tipo.

Sus intenciones, según su trabajo y lo que han dicho personas como Platiní y Maradona, están bien dirigidas. Sus propuestas, sin embargo, permanecen difusas a menos de tres semanas para conocer al nuevo presidente. Su motivación más fuerte se encuentra en el cambio de cultura que impera en la FIFA. En sus propias palabras, quiere acabar con la intimidación y la corrupción de la federación dirigida por Joseph Blatter.

Para Ali bin Al-Hussein, la gestión de Blatter estuvo en el ojo de la tormenta. Más aún, con la elección de Rusia y Qatar como sedes de los próximos mundiales (Foto: AFP) 

Tal vez la propuesta más concreta que ha manifestado Al-Hussein ha sido su intención de revisar los procesos de adjudicación de los mundiales a Rusia y a Qatar, en los cuales la FIFA ha estado en el ojo de la tormenta por severas acusaciones de corrupción. El jordano fue uno de quienes solicitó y promovió la investigación de estas adjudicaciones que terminó en el reporte de Michael García. Lo que terminó de empujarlo a lanzarse a la presidencia de la FIFA fue que la investigación nunca salió a la luz ni tampoco pudo leerla, a pesar de su alto cargo. En vez, se publicó un resumen de casi la décima parte del reporte. A pocas palabras, buen entendedor, parece haber concluido Al-Hussein.

Sale política, entra política

El candidato ha mencionado trabajo para el desarrollo de menores; ha manifestado interés por acabar con la discriminación; ha dejado claro que su prioridad está en cambiar por completo la FIFA y la forma en la que se maneja. Lo que no ha dicho Al-Hussein es cómo planea hacerlo. Para ser un candidato que quiere devolverle el protagonismo al fútbol y bajarle el volumen a la política, ha actuado y hablado mucho de esta y poco de aquel. Más allá de las buenas intenciones que pueden palparse, y que de alguna manera son transmitidas con el manifiesto apoyo que tiene de diversas federaciones, una de ellas la alemana, preocupa que no exista un plan pensado e ideado con anterioridad a falta de tan poco para las elecciones. La improvisación es una ingenuidad que se paga caro.

Ali bin Al-Hussein, además de involucrarse en el fútbol, es ni más ni menos que el príncipe de Jordania (Foto: AFP) 

Más de una vez el jordano ha dicho que está dispuesto a dejar de lado su candidatura para apoyar al candidato que tenga las mejores posibilidades de ganarle la pelea a Blatter. Un gesto que no se puede comprobar a priori pero que demuestra un ánimo de cambio que ya se ha visto en Figo y que ahora se evidencia en Al-Hussein: reformar el ente máximo. Puede que no haya consenso en las propuestas ni semejanza en las prioridades de los candidatos, pero lo que sí hay es un enemigo común.

Así, Al-Hussein personifica unas ganas importantes de cambio, pero las vuelca a través de mucha política y puede resultar preocupante, además, su fuerte vínculo con la política de su país, reinado por su hermano. En la teoría, ha sido un enfrentamiento de política con más política. En la práctica, le quedan pocos días al príncipe para aterrizar el enfrentamiento en la cancha.

Fotos: Reuters, AFP


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