Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comAldo Corzo se ganó el cariño del hincha sobre la base de una entrega indesmayable traducida en la inolvidable postal de su cabeza en la pierna del colombiano Fabra, que generó el tiro libre que permitió a Perú llegar al repechaje. Espejo de una carrera marcada por el esfuerzo que suplió cualquier carencia técnica y, sobre todo, la mente centrada en objetivos claros.

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

La más baja a la altura del pecho, reza ese viejo adagio futbolero de la pichanga caliente, de la losa barrial. Dícese de ese fragor de partido reservado para los machos con esquina, con calle amplia y de preferencia callejón.

El perfil anterior suele excluir, en el imaginario del hincha común, a futbolistas de la extracción de Aldo Sebastián Corzo Chávez (Lima, 20 de mayo de 1989), nacido para el fútbol en la cancha del Brother Mark y lanzado a la palestra por el equipo del Regatas que participa en el Interclubes capitalino. Alguien a quien para la práctica de este deporte maravilloso pero muchas veces ingrato le sobra casi nada: no es un tocado por el talento ni un portento físico.

¿Entonces, qué tuvo Corzo para convertirse en el primer lateral derecho peruano en adueñarse del todo de un puesto que nunca tuvo propietario tan legítimo desde el señor Jaime Duarte? Primero que nada, a Jaime Duarte como maestro: un guía que bien habría de formar a más gente específica para el puesto que él sacralizó y que resulta, en el Perú, el menos valorado de los once que hay en el campo. Y luego, una importante y gran cabeza. Una que lo acompaña en diversos sentidos.

Diseño: Lenin Auris / DeChalaca.com 

Porque Aldito, como le dice la gente que lo sigue desde sus inicios, tiene cabeza. Para desoír los epítetos que lo acusaban de poco técnico y responderles con pierna fuerte, con reciedumbre para el choque. Tiene cabeza también para disparar al gol: desde 2011, justamente el año en que llegó por primera vez a la selección peruana, se animó a ir al frente en los centros a favor para olvidarse de cuánto cuello tiene, girar la testa directo al arco rival y convertirse en un arma codiciadísima por cualquier entrenador en jugadas a balón parado. Y tiene cabeza para la vida, para no caer en los dislates típicos ni compromisos apresurados del futbolista exitoso promedio y convertir su soltería de 29 años en un activo altamente cotizado por muchas de las mujeres más atractivas de este país y, por ende, envidiable por los hombres que lo aplaudimos desde la tribuna.

Esa cabeza ha permitido que un jugador que debutó en Alianza Lima hoy triunfe en Universitario sin que exista reproches de uno u otro lado porque el corazón o la garra son lo mismo cuando el profesionalismo los gobierna y una banda roja los une. Y esa cabeza discute el adagio, porque si hay que tener pista para poner la más baja a la altura del pecho, al colombiano Frank Fabra le quedó corta la frase y, poniendo la más baja a la altura de la cabeza de Corzo, se quedó corto. Porque si hoy Perú está en el Mundial después de 36 años es, como cantaría Gardel y actualizaría Calamaro, por una cabeza de un noble potrillo que, justo en la raya, nunca afloja al llegar.

Ilustración: Lenin Auris / DeChalaca.com


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