Foto: la-redo.netEn Suiza 1954, Hungría asombró al mundo con sus espectaculares 'Mágicos Magiares', selecto grupo del que formó parte Sándor Kocsis, protagonista del 9-0 sobre Corea del Sur con tres tantos. El segundo de su cuenta personal, a los 36', inició la goleada y la exhibición.

 

En el cincuentenario de la FIFA, Suiza fue el organizador de un nuevo Mundial de Fútbol, en el que Alemania Federal terminaría levantando la Copa. Sin embargo, aquella justa dejaría en el recuerdo a Hungría, cuadro que para muchos es catalogado hasta hoy como el campeón moral de esa edición, tras perder la segunda final de su historia. Sus antecendentes parecían inmejorables: una medalla dorada lograda en Helsinski (1952) y un invicto de cerca de cuatro años (33 partidos), tiempo en el que destaca la victoria de 3-6 sobre Inglaterra en el mítico Wembley y un 7-1 ante el mismo rival en la revancha, en el peor resultado obtenido por el 'Equipo de la Reina' en su historia.

Todo confabulaba para que los magiares demostraran la contundencia del 'ballet' que encabezaban hombres Puskas, Hidegkuti, Czibor y Kocsis. Lamentablemente, solo quedó como el baluarte de aquellos equipos que lucharon pero murieron en el último intento por lograr el reconocimiento mundial. Pese a todo, la historia no resulta tan ingrata -al cabo de más de medio siglo- para recordar a hombres como el legendario Férenc Puskas o el héroe de esta nota, Sándor Kocsis, quien anotó 75 goles en 68 partidos disputados con su selección, entre los que destacan siete hat-tricks. Y que fue máximo goleador del Mundial de 1954 gracias a tantos como el que se describe a continuación.

Minuto 36

Los húngaros habían sido encajados en el Grupo B junto a Alemania Federal, Turquía y Corea del Sur. Y no pudieron tener mejor arranque que ganando por 9-0 a la ingenua y prácticamente amateur selección coreana en partido disputado en el Estadio Sportzplatz Hardturm, con el arbitraje de Raymond Vincenti. Era tan precaria la condición de los asiáticos que, por citar solo un dato, su capitán jugaba con anteojos comunes, como si jugar al fútbol con ellos no implicara un riesgo. Con esas circunstancias, el banquete magiar era inminente.

Temprano, Férenc Puskas abría la cuenta. Más tarde, a los 19', Mihaly Lantos ponía el segundo. Seis minutos más tarde aparecería Kocsis para el primero de su tripleta consecutiva, la misma que continuaría forjando a los 36': tras recibir un centro rasante desde la izquierda, desvió el balón con destino al arco para colocar el 4-0 ante la estéril reacción del sacrificado meta coreano Honk Dook Jong. Era el inicio preciso de la fiesta que protagonizaría Hungría en ese Mundial.

El resto ya es parte de la historia. En el complemento, el propio Kocsis, Czibor, Palotas (2) y Puskas terminarían de sellar el inapelable 9-0. Esa goleada inicial, gestada un 17 de junio, hablaba de lo que sería Hungría en ese Mundial. Sensación que sería confirmada más adelante con el 8-3 sobre Alemania; o sus triunfos en los recordados encuentros ante Brasil y Uruguay que lo depositaron en la final con el consecuente 'Milagro de Berna' en la que Alemania, la misma a la que había vapuleado en la fase de grupos, logró voltearle un score adverso de 0-2 para imponerse por 3-2, con aquel gol decisivo de Helmut Rahn que ya hemos evocado en esta sección. Igual, se quedó con un cetro: Sándor Kocsis totalizó once goles y fue el máximo anotador del Mundial.

Lamentablemente, aquel recordado equipo terminó por desaparecer con la invasión de la Unión Soviética a territorio húngaro. No obstante, sus individualidades siguieron brillando, como el caso de Sándor Kocsis, 'El Hombre de la Cabeza de Oro', quien jugaría luego en el Barcelona, equipo al que llegó a la edad de 29 años en 1958. Con los catalanes permaneció hasta 1966, periodo en el que disputó 194 partidos y marcó la nada despreciable cifra de 140 tantos, además de ganar dos títulos de Liga y disputar la final de la Copa de Europa en 1961 ante Benfica, la cual perdería. Qué más da si las finales, pues, no eran lo suyo; Kocsis simplemente hacía goles.

Foto: la-redo.net

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