Foto: centenario2030.comEn Inglaterra 1966, Uruguay y Francia se vieron obligados, por un motivo increíble, a cambiar de escenario y jugar en un estadio que no era de fútbol. Ello no fue óbice para que aflorara la garra charrúa y Pedro Rocha le comenzara a dar vuelta a un partido complicado.

 

Llegado al Mundial de Inglaterra 1966 tras deshacerse de Perú en las Eliminatorias Sudamericanas, Uruguay fue encuadrado en un grupo complicado, conformado por el anfitrión, México y Francia. Sin embargo, los charrúas supieron imponerse y pasar invictos tras empatar contra los ingleses y mexicanos por 0-0, y obtener un importante triunfo contra el seleccionado francés.

Este partido entre Uruguay y Francia, sin embargo, tuvo una especialísima particularidad. Siendo parte del grupo de Inglaterra, estaba programado para jugarse en Wembley, la casa de los anfitriones. Sin embargo, aquel 15 de julio de 1966 estaba programada, con mucha anticipación, una carrera de perros galgos -¡en pleno Mundial!- en Wembley, por lo que el partido no podía realizarse allí. Se agotaron gestiones, pero el compromiso inglés fue mucho más fuerte: simplemente el estadio estaba reservado.

Así, el partido debió mudarse, y no hubo mejor idea que llevarlo a un estadio que prácticamente no se empleaba para fútbol: el White City de Londres. Este escenario había sido construido para los Juegos Olímpicos de 1908 y estaba principalmente destinado a competiciones atléticas; posteriormente, había sido empleado también para rugby, carreras de galgos y hasta eventos automovilísticos. Pero para el fútbol, apenas había albergado esporádicamente algunos partidos del Queens Park Rangers. Allí, pues, derrocharon entusiasmo uruguayos y franceses.

Minuto 26

Uruguay era dirigido por Ondino Viera y que tenía entre sus jugadores más valiosos a los recordados Horacio Troche, Pablo Forlán -padre de Diego-, José 'Pepe' Sasía y un importante goleador: Pedro Rocha. Desde los primeros minutos de juego ambas selecciones disputaron con todo el partido, lo cual hizo que el juego fuera un ataque y defensa constante. En medio del vértigo del juego, a los 15' del jugador argentino nacionalizado francés Héctor de Bourgoing, quien convirtió un penal decretado por el árbitro checoslovaco Karol Galba tras una falta de Manicera al borde del área. 

El gol francés, lejos de disminuir los ánimos y las revoluciones de juego de los jugadores celestes, los motivó más para sacar adelante el partido. La mítica garra charrúa salió al frente y 11 minutos luego, tras una jugada confusa en el área francesa, Pedro Rocha aprovechó un balón suelto para sacar en primera un potente disparo de derecha y batir la portería de Aubour. Era el 1-1 y la esperanza para obtener la victoria había renacido.

Cinco minutos más tarde, Cortés consiguió desnivelar las acciones para los uruguayos y decretó el 2-1 que se mantendría hasta el final. Tremenda victoria que le permitió a la 'Celeste' llegar a cuartos y hacer frente a Alemania, en un cotejo con arbitraje discutido y en el que los charrúas quedaron eliminados con nueve jugadores. Igual, ya habían dejado su marca en el White City, un estadio que no albergó ningún otro partido del Mundial de 1966 ni lo hará más, pues fue demolido en 1985 para dejar paso a varios de los edificios de oficinas principales de la BBC, la principal cadena de multimedios inglesa. Y Rocha, el goleador tricampeón de la Libertadores con Peñarol y que luego brillara en el fútbol brasileño, amén de anotar 17 veces en 52 partidos con su selección, tiene un orgullo particular: haber hecho aflorar la garra futbolística en un estadio que no era de fútbol.

Foto: centenario2030.com

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