La gran noche de Leguizamón al mando de la San Martín ante el América hace pensar que sus días en el Perú no están contados. El uruguayo está para cosas mayores.

Fotos: Abelardo Delgado / DeChalaca.com, ANDINA

 

Postal para la Muela: Leguizamón, recostado sobre la derecha, con la '10' de la San Martín (Foto: Abelardo Delgado / DeChalaca.com)La labor periodística no se encuentra -ni mucho menos- exenta de errores u omisiones, entre otras cosas, aun cuando sean de percepción. Pero, debido a eso, siempre esta abierta la puerta de la rectificación que termine aliviando la carga de culpa del periodista en mención. Por esa razón, el que les habla pide ser excusado por no haber incluido a Mario Leguizamón en su artículo sobre extranjeros convocables que juegan en el Perú ("Vale la pena soñar") fechado hace 20 días.

 

Era obvio que, a pesar de unas cuantas malas actuaciones en tiempos recientes, el verdadero nivel del uruguayo no había disminuido en el fondo y por eso se repiten las disculpas tanto al público lector como al propio Leguizamón.

 

En el salto triunfal luego de su golazo en el arco de Ochoa (Foto: ANDINA)Entonces, ya con un peso menos, llegó la hora de anunciar las que -sin lugar a dudas- no serán noticias bien recibidas en Santa Anita ni mucho menos por su fiel barra: La Muela y el pollo de Pío’s Chicken -dicen que el Libro con Patas de la Facultad de Derecho se les unirá pronto, y no es broma-. Es obvio hasta para el que no quiere verlo que a Mario le queda poco tiempo en el vestuario de la San Martín. Sus fugaces y sobresalientes actuaciones le van a valer el ojo de muchos clubes y en julio las ofertas le lloverán como a todo extranjero que sobresale en demasía en tierras nacionales, máxime para alguien que ya supo vestir la camiseta del glorioso Peñarol (2000-2001 y 2003-2004) y jugar en la selección charrúa.

 

El día de hoy la clavó al ángulo contrario del que estaban mirando todos -incluido él-. Mañana quién sabe lo que se puede esperar del uruguayo. Muela, se sabe que se le va a extrañar en Santa Anita, pero no hay que ponerse triste: una foto puede inmortalizar un momento.

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