Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comPerú marcó un hito en su proceso de evolución futbolística. En ratificación del crecimiento visto en los últimos partidos eliminatorios, le volteó el partido a Uruguay y desató la euforia del Nacional con un 2-1 vibrante y memorable. Más que el resultado y la sonrisa que dibujan a un país golpeado, los goles de Guerrero y Flores cosechan el fruto de un proyecto.
    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

Se dirá que Perú le ganó 2-1 a Uruguay voltéandole el partido, como en el inolvidable 1997.

Pero no es así. Perú le ganó 2-1 a Uruguay volteándole el partido como en este 2017. Escribiendo una nueva historia sobre la base de esfuerzo, método y libreto claro. Ganó con recursos escasos y asignación eficiente de ellos; ganó sin que le sobren lujos y con vasta, aplaudible superioridad.

Se dirá que Perú le ganó a Uruguay porque reivindicó sus raíces, esas que lo vinculan con el toque y el juego atildado.

Miguel Araujo reemplazó con creces a Christian Ramos en el bloque posterior de la selección peruana. (Foto: Pedro Monteverde / DeChalaca.com) 

Pero no es así. Perú fue más que Uruguay no por ensayarle taquitos o firuletes; Perú superó a la celeste porque el método correcto para hacerlo pasaba, sí, por predominar en la posesión del balón y controlarlo, pero sobre todo por ser eficiente con él y en su traslado. A los 74 minutos de juego, André Carrillo equivocó un pase a la altura del círculo central, lanzado hacia el centro y que acabó en los pies de Álvaro González. Fue la excepción que confirma la regla: Perú tuvo un indicador altísimo de pase correcto. Además, la combinación constante entre los integrantes del tridente Carrillo - Christian Cueva - Édison Flores era la mejor carta para confundir a una volante central uruguaya que no tenía '6' neto, ya que ni Matías Vecino ni González lo son. La blanquirroja ganó por todo eso: porque su fútbol, más que vistoso o agradable, fue productivo, eficaz.

Se dirá entonces que Perú ganó porque tuvo la suerte de su lado, desde un yerro arbitral hasta el travesaño.

Pero no es así. Perú ganó porque hizo más goles que Uruguay; porque cuando recibió el golpe con aviso previo de Carlos Sánchez -el mejor de la visita e inexplicablemente cambiado por Oscar Washington Tabárez en el momento más caliente del partido-, una vez más tuvo capacidad de asimilarlo, reaccionar y responder rápido. También ganó porque tiene a Paolo Guerrero, uno de los dos mejores delanteros de área de Sudamérica. Y que a diferencia de su competidor por el podio, Luis Suárez, sí fue alimentado correctamente, como en el sensacional pase largo de Yoshimar Yotún que derivó en el empate. También ganó porque, precisamente, ni Suárez ni Edinson Cavani recibieron balones limpios, debido a que quienes suelen lanzárselos -los laterales Maximiliano Pereira y Jorge Fucile o los volantes de primera línea estuvieron todos taponados por el comentado toque inteligente peruano en tercer cuarto de cancha, que los mantuvo muy ocupados.

Paolo Guerrero, una vez más, fue el alma letal en el frente de ataque blanquirrojo. (Foto: Pedro Monteverde / DeChalaca.com) 

Solo después de todo eso, Perú ganó porque sí, tuvo fortuna en circunstancias puntuales, como casi siempre que un equipo logra un resultado a favor. Los cabezazos sobre la hora de Diego Godín, por lo general, acaban en goles agónicos y salvadores para sus equipos; no fue el caso gracias al horizontal. Y sobre todo, Julio Bascuñán erró en dos claves. Primero, le mostró la roja a Jonathan Urretaviscaya por doble amarilla tras llevarse la pelota con la mano, de modo visible sin mayor intención; podría, no obstante, interpretarse que la tarjeta fue mostrada no por eso sino por haber continuado la jugada cuando ya se había pitado la falta. Pero en lo que no tiene defensa la cuarteta chilena es en la omisión del penal que Andy Polo cometió sobre el final al poner el codo ante un remate de Suárez: la acción estaba en línea directa con el asistente Carlos Astroza, quien no marcó la mano del delantero peruano.

Se dirá que todo eso no importa porque lo más relevante es que Perú ganó y eso alivia el dolor del país en estos días difíciles.

Pero no es así. El fútbol no soluciona los males de nadie: es un juego y, para quienes no participan en él y reciben ingresos por ello, no existe mayor beneficio tangible. Sin duda, hay un intangible emocional inmenso, incomparable casi con alguna otra actividad humana; pero todo lo que provenga del mundo de las emociones es por definición gaseoso, inmaterial. Y por tanto no alivia un dolor que, si bien lacera el alma, es principalmente físico, fáctico, de destrucción material. El fútbol, por ende, solo alegra: dibuja sonrisas y acompaña momentos. Esta noche, especialmente en todos esos lugares afectados directamente por la inclemencia de la naturaleza, hubo un motivo para que algún peruano, antes de dormir como pueda, esté un poquito más feliz que la noche de ayer. Y eso sí que vuelve mágico a este juego del hombre.

Paolo Hurtado ingresó en el segundo tiempo y fue otro de los que marcó diferencias en el terreno de juego. (Foto: Pedro Monteverde / DeChalaca.com) 

Se dirá que, en consecuencia, hay que construirle un monumento a Ricardo Gareca y renovarle el contrato cuanto antes.

Pero no es así. Gareca ha hecho un buen trabajo, lo cual es cada día más visible. Sin embargo, no es por el resultado de esta vez que habría que prolongar su proceso, sobre todo porque Uruguay bien pudo empatar en alguna de las acciones descritas y eso no tendría por qué retacear los progresos colectivos alcanzados por este equipo. Hay que sostenerlo porque hasta el más torpe representante de la carroña sabe, en el marasmo de su odio convenido o marketing biliar, que este once está creciendo y que en cada partido responde mejor que en el anterior. Y cuando algo progresa hay que darle continuidad. Fuera de eso, el punto central no descansa en Gareca y sus méritos, ni en Markarián, ni en Del Solar, ni en Autuori, ni en Maturana, ni en Oblitas, ni en Popovic; radica en que se está siguiendo un plan y que está reportando, de a pocos, éxitos. Porque esta sociedad mesiánica necesita entender que no necesita entrenadores salvadores a los que ensalzar en la victoria con aroma populista, sino proyectos trabajados y continuos en el tiempo.

Se dirá, igual, que lo más importante de este 2-1 es que mantiene con vida a Perú en el camino hacia Rusia 2018.

El 'Orejas' Edison Flores grita su gol, el de la victoria ante Uruguay, a todo pulmón. (Foto: Pedro Monteverde / DeChalaca.com) 

Pero, por última vez, no es así. Lo más importante es que Perú, como se señaló al inicio, escribe una nueva historia sobre la base de esfuerzo, método y libreto claro. Es muy difícil que esos recursos, nobles pero -está dicho también- escasos, alcancen para meter 9 puntos de 12 en una recta final muy compleja y que consituirían, incluso, una cuota necesaria pero ni siquiera suficiente para pelear la clasificación en la Eliminatoria más difícil del planeta. Eso no vuelve vano el progreso; por el contrario, hace más llevadero el camino y torna alentador el futuro, sobre la base de un equipo de cuyos once titulares habituales, nueve están en edad convencional de mantenerse vigentes en un nuevo proceso eliminatorio -aun cuando el nivel de Guerrero haga creíble que pueda durar en ritmo goleador un ciclo mundialista más-.

Se dirá que el fútbol peruano esta noche, post difícil verano de 2017, es feliz. Y sí es así.

Los goles

Fotos: Pedro Monteverde / DeChalaca.com

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