Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comDespués de varios años en vigor, la FIFA ha accedido a modificar la tan discutida triple sanción –penal, roja y suspensión–. ¿Se está arreglando un problema o se sigue manoseando el libreto?

La regla 12 de la FIFA detalla las infracciones que se pueden cometer en un partido, así como las sanciones que corresponden. Se trata de escenarios que contemplan un supuesto de hecho y una consecuencia. Desde hace muchos años hay una regla clara: aquel jugador que corta una manifiesta jugada de gol (supuesto de hecho) será expulsado (consecuencia). La regla, por sí sola, no parece presentar inconveniente alguno. Después de todo, se erige como un imperativo del fair play en el fútbol: se gana –o se pierde– jugando limpio.

Muchos años después de su instauración, la FIFA ha decidido modificar esta regla que, en una situación en particular, ha presentado un gran conflicto para los jugadores y equipos que la padecen. Cortar una jugada manifiesta de gol en el área se sanciona con penal, expulsión y sanción de un partido para el jugador. Hay, sin embargo, matices que alumbrar antes de pasar a emitir un juicio de valor sobre decisión de quitar uno de los elementos de la triple sanción.

Para qué están y cómo funcionan

Las sanciones operan como desincentivos. Económicamente, si el costo de una acción es mayor al beneficio que esta provee, no hay ningún motivo –racional– para realizarla. Si el costo de cortar una jugada de gol –y generar un penal, una expulsión y no poder jugar el siguiente partido– es valorado menos que el beneficio que se pueda obtener de ello –un penal que podría ser atajado y superar al rival incluso con uno menos en cancha– entonces tiene absoluto sentido hacerlo. Este fue el mismo razonamiento de Luis Suárez contra Ghana y, más allá de lo reprochable que algunos puedan considerar lo que hizo, tomó una decisión acertada en términos prácticos y económicos: llegó a la semifinal.

A Luis Suárez, cometer un penal le significó el pase a la semifinal (Foto: AFP)

Si una regla, a pesar de lo dura de su sanción, continúa siendo quebrada, es por uno de dos motivos: (i) o no es lo suficientemente dura para desincentivar la conducta; o, (ii) no existe un consenso sobre la necesidad y existencia de dicha regla.

Nunca será posible desincentivar completamente la infracción de una regla. Siempre habrá factores que pesarán más que las consecuencias de su ejecución y eso nos lo han recordado Maradona, Henry, Suárez y muchos más durante mucho tiempo. Y es que toda regla será rota de cuando en cuando. La sanción, entonces, será reflejo de lo que la mayoría considera justo para las circunstancias. Si, por otro lado, esa mayoría no considera que la sanción deba siquiera existir, esta carece de propósito. Lo que tenemos que preguntarnos es si este es el escenario de la triple sanción.

Justo o exceso

Penal, roja y suspensión. Nadie cuestiona que una roja acarree una expulsión, así como nadie cuestiona que una falta dentro del área –penal– pueda ser sancionada con una tarjeta roja. Lo confuso aparece cuando la duda recae sobre la unión de estas dos situaciones, la cual se dará cada vez que alguien vea la roja por una falta en el área. La excusa común de oposición a la regla es que la sanción es excesiva y el desbalance que crea afecta en demasía el partido. La FIFA, en vista de la constante queja de los clubes, ha decidido retirar el tercer elemento de la sanción: la suspensión de un partido.

Mientras muchos celebran el nuevo amanecer de las reglas FIFA, a las que Michel Platini quiere introducir unas no poco absurdas, el juego y el sentido que lo rodea empieza a tambalear. Y es que la solución no es compatible con el problema y desnaturaliza el sentido de las reglas que estructuran el deporte.

La FIFA evalúa muchos cambios discutibles para las normas del fútbol (Foto: EFE)

Para empezar, si el problema es la desigualdad del partido posterior a la sanción, retirar la suspensión de un partido nada hace para solucionarla. El partido seguirá con un jugador menos y un equipo tendrá un penal que patear, así como el jugador tendrá un reemplazo que su equipo no sufrirá el siguiente partido. Lo que se estaría logrando es premiar a un jugador que tomó una decisión anti sistema –evitar un gol con un método no permitido– con carta blanca para jugar los siguientes 90’. Lo más grave del asunto no es eso, sino que se le quita todo el sentido que la regla tiene, y si hacemos eso el sistema se viene abajo.

Toda expulsión conlleva, cuanto menos, la inhabilitación a jugar un partido. Si se hiciera una excepción a esta regla por el solo hecho de que se genera un penal (consecuencia de un hecho distinto pero vinculado, cual es la falta en el área), entonces se genera un precedente que permitirá deshacer cualquier regla sin que medien motivos legítimos para hacerlo y armónicos con el resto del sistema que regla el deporte. Mañana bien podría cambiarse la regla del off side porque la pelota chocó sin querer. Ese absurdo es el camino al que se conduce con la modificación sin sustento de las reglas por el simple afán de aligerar las sanciones que sufren los jugadores cuando fueron precisamente estos quienes en un segundo de decisión y razonamiento decidieron hacer una cosa en vez de otra.

La triple sanción, por más que muchos no quieran aceptarlo, no genera ningún daño. La culpa no se le puede echar a la regla, menos cuando esta fue instaurada teniendo en cuenta la conducta que se pretendía desincentivar y cuando son los propios jugadores quienes deciden acatarla o quebrarla. El control sobre lo que pueda pasar lo tiene este. Las decisiones que toman son decididas a sabiendas de las consecuencias, y si son ejecutadas no será por más que por la ponderación de lo que está en juego. Si esta nos lleva hacia el lado oscuro, no quedará más que hacernos responsables de nuestros propios actos.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: AFP, EFE


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