Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.comBrasil vive la peor tragedia futbolística de su historia. No por la humillación del 1-7, sino sobre todo por la clasificación argentina en su casa. Acá, un ensayo futbolístico-sociológico del porqué.

 

Bien dicen que vivir un Mundial está más allá de asistir a los partidos y analizarlos. DeChalaca, tras exactamente un mes recorriendo Brasil y sus estadios, ha podido  también palpar distintas situaciones que el fútbol, como fenómeno social que es, produce y azuza más allá de las canchas de juego.

Lo que le duele a Brasil

En Brasil la derrota caló hondo por la desazón de perder en casa (Foto: Reuters)Ninguna experiencia social ha sido tan fuerte, en este tiempo en Brasil, como la vivida en las 48 horas correspondientes a las semifinales de la Copa del Mundo.

Presenciar a un país entero viendo a su camiseta sufrir la humillación más grande de su historia es un fenómeno complejo de describir. El partido se jugó en Belo Horizonte, pero desde las máscaras de Neymar provistas por los diarios, nunca en este mismo torneo Brasil había sido tan uno solo como ese día. Tan unido.

Los siete minutos infernales que vivió Brasil, como si del sétimo círculo de Dante se tratara, del 22' al 29' de ese partido con Alemania, suscitaron reacciones diversas. Segundo gol, estupefacción; tercero, bocas abiertas; cuarto, gente parándose; quinto, gente en la puerta de los locales. El sexto y el sétimo, irónicamente, en muchos lugares los gritaron: algo así como ese "olé, olé" a favor del rival que tan desagradablemente ha sabido bajar de las tribunas del Nacional alguna vez que Perú jugó mal contra Bolivia. Y algo que jamás se podría haber creído fuera una reacción brasileña, y no solo porque jamás se habría creído que podrían encajar un resultado de esa magnitud.

 

 

Sucede que son a veces raros los brasileños. Raramente tropicales. Ante Chile, en el momento en que Pinilla tatuaba el travesaño con su disparo, recuerdo haber escuchado a una señora en Recife decir al ver la TV lo siguiente: "Estos tienen el problema de que son como todos nosotros: emocionales". Porque así son: muy esclavos del momento, de la variable más dispersa de la ecuación, llamada emotividad.

Por eso, el efecto de los siete goles fue epecialmente extraño. No causó abandonos en bares ni músicas fúnebres, como se cuenta de 1950. Fue un estupor más bien lleno de incredulidad: de miradas perdidas, de cabezas hundidas en el Whatsapp para buscar respuestas, de más tragos para aliviar la pena, hacer la noche larga y distraerse con otra cosa. Fue, como decía Ezequiel Fernández Moores, un reflejo de que el fútbol ha cambiado: que ya no produce los intentos de suicidio colectivo de los que los libros del 'Maracanazo' hablan. O a lo mejor no es que haya cambiado, sino que todo lo que está alrededor cambió: que hoy hay muchas más distracciones en las cuales refugiarse cuando una pena así te invade.

Lo que más le duele a Brasil

Lionel Messi y compañía tienen la gran chance de darle a la Argentina un título largamente esperado en su país (Foto: AFP)Era feriado en Sao Paulo el último miércoles, por efeméride de la Revolución Constitucional de 1932. Por eso, una de las principales arterias de esta ciudad se llama Nove de Julho. Como la Nueve de Julio, famosa avenida argentina, la más ancha del mundo, conmemorativa del día de la Independencia gaucha.

Desde ahora, el 9 de julio será también el día en que Argentina clasificó a una final celebrada en Brasil. O, en lo que quizá socialmente tenga más duros efectos, el día en que Brasil vio cómo Argentina clasificaba en su propia casa a una final a la que no está invitado.

Desde el comienzo del Mundial, el estribillo "Decime qué se siente" creado por los argentinos para hacer referencia a su paso por Brasil alcanzó fama en la Sudamérica hispanohablante. Los brasileños, con buen humor, retrucaron con uno que reza "Mil gols, mil gols, mil gols mil gols mil gols, sé Pelé, sé Pelé, Maradona cheirador", en alusión a la mítica cifra de goles de 'O Rei' y a las quizá menos míticas costumbres personales del 'Diez'. Siempre, a lo largo del torneo, se dijo, incluso entre las esferas más racionales del periodismo argentino, que la albiceleste estaba demasiado más preocupada de Brasil que de sí misma, y que esto quizá no le era tan conveniente.

 

 

Pues bien, las semifinales aterrizaron otra realidad. Una en la que Brasil se entristeció después del 1-7, pero enfureció y bramó cólera después de los penales atajados por Romero y la clasificación argentina a la final. El camino de vuelta del Arena Corinthians era un solo de miradas impotentes, y los bares eran espacios en los que ya no se pedía más cerveza, sino que bajo la excusa del feriado cerraban temprano, curiosamente justo luego de terminado el partido. Era, como la tira cómica de antaño, el detalle que faltaba.

Sucede pues, que son a veces raros los brasileños. En los noticieros, la presentación del triunfo argentino fue calificada como la victoria de "nossos hermanos", pero a la vez la siguiente noticia mostraba cuántos paulistas habían llegado al estadio de Itaquera camuflados en camisetas naranjas, para "torcer pela Oranje". Luego la TV brasileña misma mostraba a una reportera pidiendo a hinchas argentinos que contaran del uno al siete en clara sorna hacia el 'Scratch', pero de inmediato pasaba a la noticia que explicaba cómo la población cercana a la concentración de Alemania se identifica con la 'Mannschaaft' de cara al domingo.

Lo que se concluye (y lo que no)

 

En Sao Paulo, en el Museu du Futebol ubicado en el estadio Pacaembú, hay no solo un túnel dedicado a revivir el 'Maracanazo' de 1950. También hay un ecran, en el repaso de los mundiales, que muestra a Maradona amagando entre cuatro brasileños y pasando la pelota en Turín, allá por 1990.

Si en Buenos Aires hubiera un museo similar, sería improbable, imposible que el tiro de Zico en 1982 o el disparo cruzado de Júlio Baptista en 2007 tuvieran un ecran.

Los argentinos llegaron acá, quizá atrevida pero en el fondo temerosamente, a cantarles una canción a los brasileños. Los brasileños, raramente, muy a su estilo, conviven a su manera con su propio dolor, que debería pasar más por lo que les ha ocurrido a ellos mismos, pero que parece especialmente agudizado por lo que han logrado los argentinos.

Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Fotos: Reuters, AFP

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